martes, 19 de abril de 2011

MAPA CONCEPTUAL



Aporte de Maria Nury Polanía 



MENTEFACTO FILOSOFÍA DEL ARTE

Mentefacto El Valor Estetico Maria Nury Polanía

COLECCIÓN DE HISTORIAS.


El Problema del sultán 


El sultán estaba desesperado por no encontrar un nuevo recaudador.
-¿No hay ningún hombre honesto en este país que pueda recaudar los impuestos sin robar dinero?
 -se lamentó el sultán. Acto seguido llamó a su consejero más sabio y le explicó el problema.
-Anunciad que buscáis un nuevo recaudador, Alteza -dijo el consejero-, y dejadme a mí el resto.
Se hizo el anuncio y aquella misma tarde la antecámara del palacio estaba llena de gente. Había hombres gordos con trajes elegantes, hombres delgados con trajes elegantes y un hombre con un traje vulgar y usado. Los hombres de los trajes elegantes se rieron de él.
-El sultán, por supuesto, no va a seleccionar a un pobre como su recaudador -dijeron todos.
Por fin entró el sabio consejero.

-El sultán os verá a todos en seguida -dijo-, pero tendréis que pasar de uno en uno por el estrecho corredor que lleva a sus aposentos.


El corredor era oscuro y todos tuvieron que ir palpando con sus manos para encontrar el camino. Por fin, todos se reunieron ante el sultán.

-¿Qué hago ahora? -susurró el sultán.

-Pedid que bailen todos -dijo el hombre sabio.

Al sultán le pareció extraña aquella medida, pero accedió, y todos los hombres empezaron a bailar.
- Nunca en mi vida he visto unos bailarines tan torpes -dijo el sultán-. ¡¡Parece que tienen pies de plomo!!
Sólo el hombre pobre con su traje vulgar y usado pudo saltar mientras bailaba.
- Este hombre es vuestro nuevo recaudador- dijo el hombre sabio-. Llené el corredor de monedas y joyas y él fue el único que no llenó sus bolsillos con las joyas robadas y por eso baila ligero.
Y de esta manera, el sultán encontró un hombre honrado para llevar sus negocios.
Autor: Cuento tradicional Turco
La hormiga y el grano de trigo

Una hormiga se encontró un grano de trigo en un campo recién segado. Diligente y heroica como todas las hormigas, se lo echó al hombro y cargó con él, a pesar de que la triplicaba en tamaño.

Al cabo de un rato, la hormiga empezó a tambalearse por el peso. Y entonces el grano de trigo aprovechó para hablarle. 
Al cabo de un rato, la hormiga empezó a tambalearse por el peso. Y entonces el grano de trigo aprovechó para hablarle.
–¿Por qué no me dejas aquí? Soy mucho más grande que tú y no puedes cargarme.
–Si te dejo aquí llegaré sin provisiones al hormiguero. Debes saber que somos muchas y necesitamos cantidades enormes de alimento.
Todas debemos llevar lo que podamos.
–Pero yo no estoy hecho para ser comido. Soy una semilla y mi destino es crecer como planta. Puedo ser más útil para el hormiguero si me dejas aquí.
–Lo siento, pero no puedo hacer eso. Estoy muy retrasada, y también cansada.
Mis compañeras me están esperando y no quiero tener problemas de ninguna clase –contestó la hormiga con impaciencia. 
Te propongo un trato –le dijo el grano de trigo, en tono jovial–.
Presta atención, y verás que es una excelente propuesta.
–¿De qué se trata? –preguntó la hormiga, dejando al grano de trigo en el suelo y deteniéndose para descansar un poco.
–Si me dejas aquí, en este surco, y permites que la lluvia me integre a la tierra, en la próxima cosecha tus compañeras podrán venir y encontrar cien granos de trigo como yo.
La hormiga meditó un buen rato antes de contestar.
Está bien –dijo finalmente–, sería injusta contigo si no te diera la oportunidad de demostrarme de cuánto eres capaz. Sólo me gustaría saber cómo lo harás.
–Es un misterio –respondió con solemnidad el grano de trigo.
–El misterio de la vida.
Cuando llegó el tiempo de la nueva cosecha, la hormiga y sus compañeras volvieron al sitio donde había sido plantada la semilla de trigo y comprobaron con júbilo que ésta había cumplido su promesa. 
Autor: Leonardo Da Vinci
El pequeño héroe de Holanda 
Holanda es un país cuyas tierras están bajo el nivel del mar. Durante siglos los holandeses han trabajado duro para mantener la seguridad de los diques que impiden que las aguas del mar del Norte penetren tierra adentro y lo inunden todo y así conservar su país seco y a salvo. Hasta los niños más pequeños saben que los diques deben estar vigilados permanentemente porque un agujero del tamaño de un dedo puede ser muy peligroso.
Hace muchos años vivía en Holanda un muchacho llamado Peter.

Una tarde de otoño, cuando Peter contaba ocho años, su madre le dio una encomienda para llevar a un amigo que estaba del otro extremo del dique y le pidió que estuviera de vuelta antes de que oscurezca.

El chico obediente llevó el recado, se quedó un rato en la casa del amigo y al atardecer emprendió el regreso.

Mientras caminaba por el borde del canal, oyó un ruido. ¡Era el sonido de un goteo! Se detuvo y miro hacia abajo. Había un pequeño agujero en el dique por el que fluía el agua.

A todo niño holandés le asusta pensar que se abra una grieta en el dique.

Peter enseguida se dio cuenta del peligro. Si el agua se colaba por un diminuto agujero, este se iría ensanchando y todo el país se inundaría. Descendió hasta la base del dique e introdujo el dedo en el pequeño agujero. ¡El agua cesó de fluir!
 Al principio todo iba bien, pero el frío y la oscuridad no tardaron en aparecer. El muchacho gritaba pidiendo auxilio, pero nadie le oía ni acudía a ayudarle.

El frío se hizo más intenso. Su madre le había estado buscando ansiosamente por el camino del dique desde la puesta del sol repetidas veces, y finalmente había cerrado la puerta de la granja pensando que Peter se habría quedado a pasar la noche con su amigo. Al día siguiente le daría una buena reprimenda por no haberle pedido permiso para dormir fuera de casa.

Peter trato de silbar, pero los dientes no paraban de castañetear por el frío. Pensó en su hermano y en su hermana, que estarían bien calentitos en la cama, y en sus queridos papá y mamá.

No puedo dejar que se ahoguen—pensaba—. Debo permanecer aquí Hasta que venga alguien, aunque tenga que quedarme toda la noche.”

Por la mañana temprano, un hombre que se dirigía a su trabajo por el dique oyó un gemido. Se inclinó sobre el borde y vio a un niño arrimado al lateral del gran muro.

¿Qué ocurre?—gritó— ¿Te has hecho daño?

¡Estoy frenando el agua!—exclamó Peter— ¡Avise que vengan todos rápidamente!

La alarma se extendió. La gente vino corriendo con palas y el agujero no tardó en ser reparado.

Llevaron a Peter a la casa de sus padres y pronto todo el pueblo se enteró de cómo, aquella noche, el pequeño héroe de Holanda les había salvado la vida

La luna y las estrellas contemplaban al niño acurrucado sobre una roca al lado del dique. Tenía la cabeza inclinada y los ojos cerrados, pero no dormía, ya que de vez en cuando se frotaba la mano que detenía al mar embravecido.
“Debo permanecer aquí como sea”, pensaba. Y allí se quedó perseverando toda la noche con su manito tapando el agujero para que no entrara el agua.
Autor: Leyenda Tradicional Holandesa
Los dos amigos y el oso
Los campos dormitaban bajo los últimos rayos de sol de la tarde, y los animales del bosque, ocultos en centenares de cómodos escondites, empezaban a despertar de su siesta. El murmurante arroyo había mermado tanto que apenas era un hilo de agua, y la superficie del camino de tierra, llena de surcos, era dura y costrosa.
Avanzando lentamente, dos hombres dieron la vuelta al recodo, con las chaquetas al brazo y los acalorados rostros relucientes de sudor. Conversaban en tono muy cordial y parecían ser buenos camaradas. A poca distancia, los seguía el gran oso negro, husmeando las huellas de los dos amigos.
Cuando el camino dio la vuelta en torno de una roca, uno de los hombres advirtió al enorme animal que avanzaba a grandes pasos hacia ellos. Lanzó un grito y, olvidando a su amigo. se lanzó hacia un árbol cercano. Trepó como un mono por el tronco, hasta ponerse a salvo sobre una rama. Pero su amigo era viejo y no podía subir.
Al verse abandonado, miró a su alrededor afligido, buscando un escondite. La carretera cruzaba un claro; y salvo el árbol, la tierra se extendía, lisa y uniforme, en todas direcciones. Desesperado, se dejó caer al suelo y se tendió boca abajo sobre la hierba. Y allí se quedó sin moverse ni respirar, fingiéndose muerto.
El oso lo hurgó con su frío hocico y le gruñó en el oído. Transcurrió algún tiempo, que pareció interminable. Finalmente, el corpulento animal llegó a la conclusión de que aquel hombre estaba muerto y se fue.
El más joven de los dos amigos, sentado a horcajadas sobre la rama, había observado atentamente mientras sucedía todo esto, atreviéndose a duras penas a respirar. Cuando el oso desapareció, se dejó caer al suelo.
-¿Qué secreto te murmuró el oso al oído? -preguntó con curiosidad.
-¿El oso? -dijo el mayor de los amigos, cuyo corazón latía aún con violencia-. ¡Oh! Me dijo que me cuidara de hacer amistad con un hombre que lo deja a uno en la estacada a la hora del peligro y no trata de ayudarlo.
Autor: Felix Maria Samaniego
 La niña de las estrellas
Hubo una vez, hace mucho, mucho, mucho tiempo, una niña que soñaba con alcanzar las estrellas, es decir, tocarlas con sus manos.
En las noches claras sin luna, asomada a la ventana de su dormitorio, las admiraba en silencio pensando qué es lo que se sentiría teniendo una entre las manos.
Así las cosas, cierta noche de estío, la niña llegó a la conclusión de que debía tocar por lo menos una o dos y para ello tenía que ponerse en camino hasta llegar a ellas.
Dicho y hecho, saltó por la ventana y empezó a andar, y anda que te andarás llegó a un viejo molino cuya rueda chirriaba escandalosamente.
Dándole las buenas noches, la niña le pregunto si la rueda sabía como podría jugar con las lejanas estrellas pues para eso había emprendido la caminata.

La rueda le respondió que las encontraría bañándose en el estanque cercano donde por la noche brillaban hasta el punto de no dejarla dormir con su resplandor.

La niña saltó al estanque pero por más que nadó, e incluso buceó, le fue imposible encontrarlas. Muy decepcionada se lo dijo después a la rueda de molino, que vieja y gruñona, repuso:

-No me extraña, has removido tanto el agua que las has asustado y se han ido.

Entonces la niña, desilusionada, prosiguió su camino.

Anda que te e andarás, llegó a un verde prado en el que se sentó a descansar, dándose cuenta entonces de que el prado pertenecía a las hadas y a los elfos que lo llenaban por doquier corriendo, volando o bien danzando sobre el pasto.

Saludándolas muy educadamente la niña les preguntó si habían visto estrellas por allí ya que tenía mucho interés en alcanzar alguna.

Las hadas le replicaron que sí, que relucían todas las noches entre los tallos de la hierba. Dijeron:

-Ven a danzar en nuestra compañía y encontrarás todas las estrellas que desees.
Mas aunque la niña bailó con ellas en su alegre corro, no halló ninguna estrella, y dejándose caer agotada al suelo, lloró dirigiéndose a las hadas que la rodeaban en círculo:
-Por más que lo intento no lo consigo. Si no me ayudáis nunca podré jugar con las estrellas.
Las hadas hablaron bajito entre si, y finalmente una se acerco a la llorosa criatura para aconsejarla:
-Que tu ánimo no desmaye; si lo deseas puedes conseguirlo, todo es cuestión de voluntad. Ves camino adelante y cuando encuentres a Cuatro Patas, que te lleve hasta Sin Patas y entonces le ruegas a Sin Patas que te conduzca hasta la Escalera sin escalones por la que debes subir.
Muy contenta la niña partió con ánimo ligero llegando finalmente a donde estaba un caballo atado a un árbol.
-Buenas noches –saludó por tercera vez-, deseo tocar las estrellas del cielo y he caminado tanto, tanto, que me duele todo el cuerpo, ¿serías tan amable que me permitieses montar en tu lomo?
El caballo le dijo entonces que él no entendía de estrellas y que su misión consistía en obedecer a las hadas.
-Ellas me han hablado de ti y me han aconsejado que le diga a Cuatro Patas que me conduzca hasta Sin Patas.
-Pues mira por donde yo soy Cuatro Patas, sube a mi lomo y partiremos.
Y anda que te andarás, o, mejor dicho, cabalga que te cabalgarás, abandonaron el bosque llegando a la orilla del mar.
El caballo se despidió, ya había cumplido su misión, y la niña prosiguió su marcha bordeando la orilla del mar y se decía qué más podía pasar ahora y a quién encontraría que se llamara Sin Patas, y, cuanto menos lo esperaba, un pez enorme como ella nunca había creído que existieran, asomó la cabeza entre la espuma de las olas.
-Buenas noches –saludó la niña al pez-. Me gustaría tocar las estrellas con la mano, ¿puedes ayudarme a conseguirlo?
-No lo sé; si no me traes el permiso de las hadas no podré ayudarte –le contestó el pez.
-Pues lo tengo, y para que veas te trasmitiré el mensaje: debía encontrar a Cuatro Patas que me conduciría a Sin Patas y éste hasta la Escalera sin escalones.
-Esto es otra cosa –exclamó el pez-, venga, súbete a mi lomo y procura no caerte.
Navegaron, navegaron y navegaron precedidos por una estela dorada que se dirigía hacia el lejano horizonte, allá donde el mar y el firmamento se encuentran.
Entonces la niña vislumbró un bellísimo Arco Iris que saliendo del mar llegaba hasta el cielo brillando en todo su esplendor y colorido.
Por fin alcanzaron el inicio del Arco Iris y la niña descubrió que se trataba de un camino amplio y lleno de luz, que subía hacia la bóveda celeste, y en lontananza, la chiquilla apercibió unas minúscula lucecillas que daban la impresión de bailar.
-Hasta aquí hemos llegado –informó el pez-. Esa es la Escalera sin escalones. Ves con cuidado al subir, si es que puedes. Piensa que esta escalera nunca se hizo para los piececitos de las niñas.
En cuanto la pequeña saltó del lomo de Sin Patas, éste desapareció en el mar.
La niña ascendió por el Arco Iris, tarea, por otra parte, nada sencilla, pues a cada escalón que subía le daba la sensación de bajar dos. Y aunque ascendió hasta que el mar quedó muy lejos, las estrellas seguían encontrándose remotas.
Pero ella se dijo ya que era muy animosa:
-No voy a echarme atrás; si he llegado hasta aquí no voy a volver sobre mis pasos.
Así que ascendió y ascendió, encontrando que el aire por momentos se volvía muy, muy frío, mas el firmamento brillaba intensamente, tanto que se dio cuenta de que estaba ya cerca de las estrellas.
-¡Lo estoy consiguiendo! –gritó.
Y sin vacilar llegó repentinamente al final del Arco Iris. En torno suyo, mirase por donde mirase, las estrellas daban vueltas y bailaban. Era una danza que tan pronto subía como bajaba, igual que las hojas cuando las mueve el viento, y giraban a su alrededor lo mismo que un torbellino, entre los destellos de miles de colores.
-Finalmente las alcancé –se dijo-. En toda mi vida había contemplado algo tan bonito.
Entonces se dio cuenta de que estaba helada y al mirar en dirección a sus pies entre las sombras, le fue imposible ver la Tierra.
La pequeña tembló de miedo.
-Pero no me marcharé sin antes acariciar una estrella– y así diciendo con decisión se puso en puntas de pie extendiendo los brazos tanto como le fue posible. Y ya estaba próxima a lograr su empeño, cuando, el paso raudo de una estrella la sorprendió hasta el punto que le hizo perder el equilibrio y hybdirse en el vacío.
Fue cayendo, cayendo, cayendo, Arco Iris abajo y más iba bajando más templado era el aire y más somnolienta se sentía, y entre bostezos y suspiros quedóse profundamente dormida.
Al despertar se encontró de nuevo en su camita. Lucía el sol en la ventana y las aves mañaneras cantaban en los árboles y entre las flores del jardín.
-¿De veras estuve entre las estrellas y las toqué, o no ha sido más que un sueño?
Inesperadamente notó algo en la palma de su mano, y cuando la extendió, el brillo de una luz centelleó para desvanecerse enseguida.
La niña, muy feliz, pudo darse cuenta en ese momento de que no se engañaba; aquel era el polvo de las estrellas y ella las había tocado con sus manos, no se trataba de un sueño.
Autor: Antiguo Cuento Ingles 
La liebre y la tortuga
Todos los animales estaban reunidos a lo largo del camino que orillaba el bosque. Porque era el día de la gran carrera entre la liebre y la tortuga. La ágil liebre se había burlado de la lenta y pesada tortuga y la había desafiado a una carrera. Nadie tenía dudas acerca de quién iba a ganar, pero todos pensaban que resultaría divertido observar el paso de ambos competidores.
Junto al puente que cruzaba el arroyo, la liebre y la tortuga se dieron la pata y partieron, tan pronto como el negro cuervo, que era el árbitro, lanzó un agudo graznido, como señal. La tortuga avanzó trabajosamente, tambaleándose sobre sus cuatro regordetas patas. La liebre saltaba con excitación a su alrededor, deteniéndose cada pocos metros para husmear y mordisquear los tiernos brotes que crecían junto al camino.

Finalmente, para mostrar su despreocupación y el desprecio que le inspiraba su adversario, la liebre se tendió a descansar sobre un lecho de tréboles. La tortuga, entre tanto, seguía avanzando trabajosamente, centímetro tras centímetro.

-¡La carrera ha empezado! -advirtió la cabra, desde un lado del camino.

Pero la liebre respondió con impaciencia:
-¡Ya lo sé, ya lo sé! Pero la tortuga no podrá llegar antes del mediodía al gran olmo que está en el otro extremo del bosque.
En esta confianza, se instaló a sus anchas y se quedó profundamente dormida.
Mientras la tortuga avanzaba con lentitud, los mirones se sintieron cada vez más excitados, ya que la liebre dormía aún. Cada uno de sus diminutos pasos acercaba más a la tortuga al olmo, que era la meta señalada. Avanzaba lenta y pesadamente, mientras todos los pescuezos se tendían para observar a la liebre ... , que dormía confiadamente su siesta, encogida como una pequeña bola parda.
Después de un lapso que pareció interminable, la tortuga estiró su largo pescuezo y escudriñó el camino que tenía delante. Allí, a pocos pasos de distancia, se veía la imponente mole del gran olmo al que debía llegar. La tortuga estaba exhausta por haber llegado tan lejos a su máxima velocidad, pero cobró fuerzas para una arremetida final.
¡Y en ese preciso instante, la liebre despertó! Al ver que la tortuga estaba casi junto al punto de llegada, se levantó de un salto y echó a correr por el camino, a grandes brincos. Apenas parecía una franja parda.
¡Los pájaros empezaron a chillar! El gran león abrió sus quijadas y bramó. Los demás espectadores gritaban, bailoteaban y saltaban frenéticamente de aquí para allá. Nunca habían imaginado que la carrera pudiera llegar a tal estado. Con sonoro clamoreo, incitaron a la lenta tortuga a avanzar, porque sólo le faltaba medio metro, poco más o menos, y la liebre se acercaba a toda velocidad. ¡Cuando faltaban cinco centímetros, la pobre tortuga tenía a la liebre casi a su lado!
Pero lo mismo hubiera sido si su veloz competidor hubiese estado a un kilómetro de allí. Con una gran embestida, la tortuga estiró el largo pescuezo y tocó la corteza del olmo un momento justo antes de que la liebre, jadeante, la alcanzara.
¡Había ganado la carrera!
Los espectadores aplaudieron con entusiasmo. Y palmearon a la tortuga en su ancha y lisa concha.
-Esa liebre siempre estuvo demasiado segura de sí misma -dijo el búho al águila-. Desde ahora, tendrá que comprender que no siempre es el más veloz quien gana la carrera.
Autor: Esopo.

Mitología Griega 

Hera, Venus, Paris Y la Manzana
En la antigüedad mítica se celebraron unas importantes bodas a la que estaban invitados dioses y mortales. Los contrayentes eran Peleo y Tetis , un mortal y una diosa, lo que explica la afluencia de invitados. Tetis, una nereida , hija de Nereo, antiguo y anciano dios del mar, era, por tanto, una divinidad marina e inmortal y Peleo , discípulo del centauro Quirón , era el afortunado mortal que tenía el privilegio de casarse con una diosa. (Otro día profundizaremos en el mito de Tetis)

Pero no todos habían sido invitados a la fiesta: la diosa Éride , Lete, Limos, Algos y Ponos , por ello Éride quiso hacer notar su ausencia y se presentó en la fiesta con una manzana de oro que tenía grabada la siguiente frase: "Para la más bella". Lanzó la manzana sobre la mesa donde se sentaban los dioses y se fue.

Tres de las diosas presentes en el banquete, Hera-Juno , Atenea-Minerva y Afrodita-Venus , se creyeron merecedoras del título y se lanzaron a por la manzana. La enojosa situación que se produjo entonces no tenía fácil solución y ni el mismo Zeus-Júpiter quiso intervenir en una decisión tan  comprometida..

Encargó a su fiel hijo Hermes-Mercurio que condujese a las tres diosas al monte Ida , en la llanura de Troya , y se las presentase a Paris , bello joven, hijo del rey Príamo de Troya, que pastoreaba los rebaños reales en aquel lugar. Él debía ser el encargado de dirimir el pleito, según voluntad de Zeus , y así se lo explicó el dios mensajero Hermes al asustado joven.

Durante el juicio cada diosa hizo valer sus méritos al título pero además le prometieron a Paris beneficiosos dones si éste fallaba a su favor. Hera se comprometió a hacerle soberano de toda el Asia. Atenea le ofreció la prudencia y la victoria en todos los combates y Afrodita le brindó el amor de la mortal más hermosa de Grecia, Helena de Esparta.

Paris dio la manzana a Afrodita , granjeándose así la fiel protección de la diosa para él y los suyos para siempre, y la enemistad de las otras dos diosas lo que quedará reflejado en la Guerra de Troya.


Mito de Ícaro 

Dédalo fue un prestigioso arquitecto, inventor y escultor, muy respetado en su ciudad natal de Atenas. Trabajaba en su taller junto con su sobrino Talo, quién aparentaba ser un gran sucesor de su tío. Llegado el momento en que los celos comienzan a fusionarse, Dédalo, entre una madrugada y otra decide matar a su sobrino, sacarse del medio esa tortura constante.
Un día invita a Talo a pasear con él por el recinto del templo de atenea y desde lo alto de las murallas lo arroja al vacío, pero la diosa Palas transformó al muchacho en pájaro "cubriéndolo de plumas mientras caía". Luego baja del recinto, recoge el cadáver de su sobrino y lo entierra en un baldío.
Días mas tarde el tribunal consigue las pruebas del delito y condena a muerte a Dédalo, éste consigue escapar y embarca en un navío que va a Creta. Allí es recibido con todos los honores por el rey Minos, quien lo convierte en su servidor.
Un día, Pasifae, la esposa de Minos, pide al escultor que le fabrique una figura de vaca que se semejara a la real para cometer un delito con el toro blanco de Creta, Esto lleva a cabo el nacimiento de una criatura dotada mitad de cuerpo humano y mitad de toro: El Minotauro. Para tratar de esconderlo, Minos ordena a Dédalo que construya un laberinto de donde jamás pudiera salir esta bestia. Al pasar los días en ésta celda, el minotauro, que se rehusaba a los alimentos ofrecidos, exige carne humana.
Al enterarse el deseo del monstruo, Minos tiene una idea, obligar a los atenienses a enviar tributos de siete muchachos y siete doncellas para ser devorados por la fiera.
Teseo, el hijo del rey de Atenas, parte rumbo a Creta con el fin de asesinar al Minotauro, lo cual logra con la ayuda de Ariadna, la hija de Minos. Teseo se introduce en el laberinto llevando un ovillo de lana que desenrolla desde el principio para poder regresar cuando lo fuese necesario, este entra en la morada del monstruo y lo apuñala por la espalda y vuelve a su pueblo natal con Ariadna.
Con la esclava
Naucrates, Dédalo tuvo un hijo llamado Icaro, el cual fue encerrado junto con su padre dentro del laberinto por los engaños cometidos al rey.
Con el pasar del tiempo a Dédalo se le ocurre la idea de construirse alas para escapar del laberinto, y comienza a juntar plumas, las cuales va uniendo con trozos de lino abandonados en el laberinto y cera extraída de los panales de abejas. Así conforma los dos pares de alas que los elevan hacia el cielo de Grecia.
Los primeros momentos de vuelo son complicados. Los cuerpos no encuentran el equilibrio exacto, por lo cual Dédalo recomienda a
Icaro que vuele siempre a una altura media: ni demasiado bajo, para no hundirse en el mar, ni demasiado alto, para que el sol no quemara las frágiles plumas.
Dédalo llevando la delantera no observa que
Icaro, deslumbrado por la belleza del firmamento y con la música de los pájaros, comienza a cobrar altura poco a poco. Hasta que llega el momento en que los rayos del sol comienzan a ablandar la cera que sujetaba las plumas y éstas empiezan a desprenderse poco a poco hasta que Icaro cae al mar. Cuando Dédalo mira atrás, no encuentra a su hijo, pero ve dos alas que flotan en el mar y sobrevuela el lugar infinitas veces tratando de encontrar el cadáver de su hijo.
Dédalo llega a Sicilia y se pone bajo el servicio del rey Cócalo para quien construye un embalse, fortifica la ciudad...
Por su parte, Minos no se resigna a dejar escapar a Dédalo e inicia una intensa búsqueda. Para averiguar el lugar en que se esconde, por todas las ciudades por donde pasa, propone un problema técnico-intelectual y, al ver que el rey Cócalo le devuelve solucionado el problema, ya sabe dónde se halla el hábil Dédalo. En vano pedirá al rey que se lo entregue. Por el contrario, cuando Minos se está bañando, informadas por Dédalo de las costumbres de Minos, las hijas de Cócalo lo matarán echándole agua hirviendo.
Yo creo que en este mito, Dédalo intenta encontrar la libertad intentando superar su condición humana, y esto lo termina pagando con la muerte de su hijo, quién es un joven impelente e inexperto, que se ciega ante la gran sabiduría de su padre y no puede distinguir el peligro con claridad.
Pero el mismo mundo se encarga de demostrarles que la realidad es la única verdad, pues cuando
Icaro se acerca al sol, el cual vendría a ser la verdad, éste se encarga de demostrarle cual es su condición humana
Pandora 
El mito de la caja de Pandora  se inicia cuando Prometeo se atrevió a robar el fuego que portaba el dios Sol en su carro Zeus furioso ordenó a diferentes dioses crear una mujer que pudiera seducir a cualquier hombre. Hefesto la creó con arcilla y le brindó formas sugerentes. Atenea la vistió elegante y Hermes le dio el don de seducir para que finalmente Zeus le dé vida y la mande a la casa de Prometeo.
Allí vivía junto a su hermano Epimeteo que a pesar de haber sido advertido de la venganza de Zeus aceptó la llegada de Pandora y se enamoró hasta tomarla por esposa. Pero Pandora traía con ella una caja con todos los males que puedan contaminar al mundo de desgracias. Uno de esos elementos era la esperanza, consuelo de quien sufre.Pandora presa de la curiosidad abrió la caja y así dejó escapar sin quererlo todos los males. Los bienes subieron hasta el Olimpo y junto a los dioses. La muchacha presa del pánico cerró la caja y quedó dentro la Esperanza, que era necesaria para superar todos los males.



Pandora corrió hacia los hombres para intentar consolarlos, hablándoles de la esperanza, explicándoles que siempre podrían acudir a ella ya que estaba bien guardada.

El Mito de Eco y Narciso 




   Eco es protagonista de varias leyendas. Por ejemplo, existe una en la que aparece como la amada de Pan (dios de pastores y rebaños), pero ella no corresponde a ese amor sino que sufre por el desprecio de un fauno al que ama de verdad. Pan, movido por los celos decide vengarse, y hace que ella se desgarre por unos pastores. Su llanto se relaciona con el eco.
    La diosa Hera había castigado a Eco, y le impedía hablar. La ninfa solo podía repetir la última palabra que pronunciara su interlucotor. Esto se debió a que Eco cubría a Zeus sus infelidades hacia Hera, y la entretenía con elocuentes conversaciones, mientras el dios de dioses se divertía con sus amantes.
    En la versión más conocida del mito de Eco, ella se enamora perdidamente de Narciso de quien el adivino Tiresias predijo, en su nacimiento, que tendría un larga vida si no se contemplaba a sí mismo. Este joven era muy hermoso pero despreciaba el amor de todos.
   La pobre ninfa no fue la excepción y Narciso despreció su corazón cuando la vio en el bosque y ella no fue capaz de responderle más que sus propias palabras. Entonces, ella desolada, ofendida se encerró en un lugar solitario y allí dejó de comer y de cuidarse. Así se fue consumiendo poco a poco, y el dolor la fue absorbiendo hasta que desapareció y se desintegró en el aire, quedando sólo su voz que repetía las últimas palabras de cualquiera. Esta voz es lo que llamamos eco.
   Debido a esto los dioses se molestaron y todas las demás mujeres rechazadas oraron a los dioses por venganza. Némesis (la venganza) las escuchó e hizo que Narciso contemplara su propia imagen. Cuando el joven lo hizo, se enamoró de su propia belleza y ya no le importó nada más que su imagen.
 Se quedó contemplándose en el estanque y se dejó morir, totalmente indiferente al resto del mundo. Dicen que aún en el Estigio (el mar de la tierra de los muertos), Narciso continúa admirándose.
   En el lugar en que Narciso murió, nació la flor homónima.


Eros y psique 


Psique era la menor de las tres hijas de un rey, y su belleza sólo era superada por su inteligencia, que era muy elevada. Venus, madre de Eros, se puso celosa de ella y le encargó matarla. Pero cuando la vio la amó y deseó irrefrenablemente, y no pudo cumplir su encargo. Es más, se la llevó a un palacio sobre las nubes y la convirtió en su mujer. Pero sólo iba a verla por las noches, a hacerle el amor, y bajo la condición de que Psique jamás intentara ver su rostro. La primera noche tuvo miedo de él, quien la tranquilizó prometiéndole no hacerle daño alguno. Pocos días más tarde, se acostumbró a sus tiernas y ardientes caricias y besos, hasta hacerse adicta a los mismos y amarlo como él a ella.
Pero las hermanas de Psique (Psique no en vano se llama así, representa o simboliza la mente; Eros es el corazón), muertas de envidia, empezaron a atormentarla y a hacerle pensar que tal vez su marido era un monstruo abominable y por eso no se dejaba ver por ella. Psique escondió un candil y una noche vio la cara de su amante: Chicos, es el dios del amor, o sea, que estaba buenísimo, "cañón" vaya. La joven muchacha quedó subyugada ante tanta apostura, y sintió hacia él un amor y una pasión inconmensurables. El despertó y le dijo:"¿qué has hecho? ¡No hay amor sin fe! Te condeno a vagar sola por el mundo y a pasar los peores trabajos. Te lo he dado todo y no has creído. Ese es tu merecido"
Pobre Psique, pasaron décadas, y la madre de Eros la sobrecargó con las peores adversidades y penalidades que puedan imaginarse. Entre ellas, bajar al Reino de los Muertos y pedirle un ungüento de belleza a la propia Perséfone. Psique pensó en ponérselo y así borrar las ojeras y los estragos que sus innumerables lágrimas habían hecho en su rostro. Pero la caja sólo contenía el espíritu del sueño, que le venció inclemente. Ella fue fiel a la esperanza, y bajó hasta los abismos y subió a las cimas más altas llamando a su amado en vano. Una vez Eros la encontró al borde de un camino. El dolor y el sufrimiento habían llenado de contenido el rostro de Psique: ahora era más bella que cuando joven. Entonces Eros comprendió la grandeza de su amor, y la magnitud de su sufrimiento. Y la belleza de su alma, transparentada en su rostro ya no de niña sino de toda una mujer, le fascinó y le enamoró aun más que la primera vez. La perdonó y se la llevó de nuevo consigo. Congeló su edad, y no cumplió más años, no envejeció, y por siempre vivieron juntos en armonía. 
Mito de calipso
Calipso pertenecía a las ninfas y era hija de Atlante y Pléyone. Otras versiones la hacen hija de Helio (el Sol) y Perseis. De esta segunda versión es que se deriva la idea de que era hermana de Circe y Eetes.


Su lugar de habitación era la isla Ogigia, que se cree se ubicaba en el Mediterráneo occidental y que por lo general se identifica con la actual península de Ceuta, frente a Gibraltar.

Calipso, llamada por Homero "la que oculta", recibió hospitaliariamente a Odiseo (Ulises) cuando su nave naufragó. En la Odisea, se cuenta como Calipso, enamorada profundamente de Odiseo lo reteiene contra su voluntad en la isla durante mucho tiempomientras él cree que a penas son unos días.

La cantidad de tiempo que Ulises estuvo con ella varía. Algunos apuntan que fue dies años, otros creen que siete y hay quien opina que fue un año.

A cambio de que Odiseo se quedara para siempre con ella, Calipso le ofrecía a cambio la inmortalidad. Sin embargo, Odiseo sentía la necesidad de regresar a su hogar Ítaca y al final se mantuvo inflexible.

Atenea quien protegía a Odiseo, rogó a Zeus para que enviara a Hermes donde Calpiso y le ordenara que dejara ir a Odiseo, a lo cual Zeus cedió. Aunque a ella le dolió dejar partir a su amado, cumplió la orden del dios de dioses.

Le proporcionó al héroe madera para construir una embarcación, provisiones para el viaje, e indicaciones de cuales astros debía seguirpara econtrar el camino a casa.
Aporte de: Maria Nury Polanía Vargas 
http://es.scribd.com/doc/53552285/Programacion-Musical


Bibliografía

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Webgrafía


Videos

http://www.youtube.com/watch?v=bwYJEzdnQWw
http://www.youtube.com/watch?v=t7ud5E79shU
http://www.youtube.com/watch?v=8Of4B50okVQ
      

    Textos
http://www.lointeresante.com/el-mito-de-la-caja-de-pandora
http://www.adepac.org/P06-93.htm
http://www.guiascostarica.com/mitos/grecia13.htm